¿Sabía que a los seis años nos reímos hasta 300 veces al día, pero poco a poco la sociedad va mutilando esa capacidad natural de reír y nos convierte en personas serias, trascendentes y tristes, de tal forma que al llegar a los veinte años de edad apenas si reímos de quince a veinte ocasiones por jornada? ¿Qué es lo que pasa? .
“en la edad adulta nos reímos tan poco porque en la pubertad, al incorporarnos plenamente a la vida social se nos educa para que no riamos con frecuencia, para no parecer despreocupados y provocar desconfianza en los demás”.
Así, paulatinamente vamos dejando la cara alegre, para volvernos una personas serias y rígidas. En ese momento dejamos de practicar el mejor de nuestros gestos, quizá el único, que diferencia a los humanos de los demás seres: la risa.
No sólo perdemos lo que se define como una “expresión emocional de la alegría y la felicidad que lleva a conseguir un estado placentero”, sino que además nos privamos de una de las mayores fuentes de salud física y psicológica.
Debido a sus efectos protectores, curativos y revitalizadores del organismo, la mente y las emociones, “la risa franca, debería incluirse entre las recomendaciones médicas junto con el ejercicio físico regular, una dieta equilibrada y el abandono del tabaco”.
Para recuperar la risa, desarrollar el buen humor y aprender a ser feliz, desdramatizando la existencia que, “es una tragicomedia”, y aprendiendo a reírnos de nosotros mismos y de “nuestras capacidades limitadas”: